domingo, septiembre 24, 2006

that is the questions (parte I )

(de La Ignorancia - Milán Kundera)

- Qué haces aquí todavía? -No había mala intención en el tono de su voz, pero tampoco era amable; Sylvie se impacientaba.
- ¿Y dónde quieres que esté? -preguntó Irena.
- Pues ¡en tu tierra!
- ¿Es que no estoy en mi tierra?
Por supuesto no quería echarla de Francia, ni darle a entender que era una extranjera indeseable.
- ¡Ya me entiendes!
- Si, ya lo sé, pero ¿olvidas que aquí tengo mi trabajo, mi casa, mis hijas?
- Escúchame, conozco a Gustaf. Hará todo lo necesario para que puedas volver a tu país. En cuanto a lo de tus hijas, no me vengas con historias. ¡Ya llevan su propia vida! ¡Dios mío, Irena, lo que está ocurriendo en tu tierra es tan fascinante! En una situación así las cosas siempre acaban arreglándose.
- Pero Sylvie, no se trata sólo de las cosas prácticas, de mi empleo y de mi casa. Vivo aquí desde hace veinte años. Es aquí donde tengo mi vida.
- ¡En tu país se vive una revolución!
Lo dijo en un tono que no admitía réplica. Después calló. Con su silencio quería decirle a Irena que no se debe desertar ante los grandes acontecimientos.
- Pero si regreso a mi país, no volveremos a vernos nunca más -dijo Irena para poner a su amiga en un aprieto.
Esa demagogia sentimental hizo mella. La voz de Sylvie se enterneció.
- Querida, pero si pienso ir a verte. ¡Te lo prometo, te lo prometo!
Estaban sentadas codo con codo desde hacía bastante rato ante dos tazas de café vacías. Irena vio lágrimas de emoción en los ojos de Sylvie, que se inclinó hacia ella y le apretó la mano:
- Será un gran regreso -y repitió-, tu gran regreso.
Así repetidas, las palabras adquirieron tal fuerza que, en su fuero interno, Irena las vio escritas con mayúsculas: Gran Regreso. Ya no opuso resistencia: quedó prendida de imágenes que de pronto emergieron de antiguas lecturas y películas, de su propia memoria y tal vez de la de sus antepasados: el hijo perdido que reencuentra a su anciana madre; el hombre que vuelve hacia su amada, de la que le arrancó un destino feroz; la casa natal que cada cual lleva dentro; el sendero redescubierto en el que quedaron las huellas de los pasos perdidos de la infancia; el errante Ulises que vuelve a su isla tras vagar durante años; el regreso, el regreso, la gran magia del regreso.

En griego, "regreso" se dice nostos. Algos significa "sufrimiento". La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. La mayoría de los europeos puede emplear para esta noción fundamental una palabra de origen griego (nostalgia) y, además, otras palabras con raíces en la lengua nacional: en español decimos "añoranza";en portugués, saudade.
En cada lengua estas palabras poseen un matiz semántico distinto. Con frecuencia tan sólo significan la tristeza causada por la imposibilidad de regresar a la propia tierra. Morriña del terruño. Morriña del hogar. En inglés sería home-sickness, o en alemán Heimweh, o en holandés heimwee. Pero es una reducción espacial de esa gran noción. El islandés, una de las lenguas europeas más antiguas, distingue claramente dos términos: söknudur: nostalgia en su sentido general; y heimfra: morriña del terruño. Los checos, al lado de la palabra "nostalgia" tomada del griego, tienen para la misma noción su propio sustantivo: stesk, y su propio verbo; una de las frases de amor checas más conmovedoras es styska se mi po tobe: "te añoro; ya no puedo soportar el dolor de tu ausencia". En español, "añoranza" proviene del verbo "añorar", que proviene a su vez del catalán enyorar, derivado del verbo latino ignorare (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estás lejos, y no sé qué es de ti. Mi país queda lejos, y no sé qué ocurre en él. Algunas lenguas tienen alguna dificultad con la añoranza: los franceses sólo pueden expresarla mediante la palabra de origen griego (nostalgie) y no tienen verbo; pueden decir: je m'ennuie de toi (equivalente a "te echo de menos" o "en falta"), pero esta expresión es endeble, fría, en todo caso demasiado leve para un sentimiento tan grave. Los alemanes emplean pocas veces la palabra "nostalgia" en su forma griega y prefieren decir Sehnsucht: deseo de lo que está ausente; pero Sehnsucht puede aludir tanto a lo que fue como a lo que nunca ha sido (una nueva aventura), por lo que no implica necesariamente la idea de un nostos; para aincluir en la Sehnsucht la obsesión del regreso, habría que añadir un complemento: Senhsucht nach der Vergangenheit, nach der verlorenen Kindheit, o nach der ersten Liebe (deseo del pasado, de la infancia perdida o del primer amor)

La Odisea, la epopeya fundadora de la nostalgia, nació en los orígenes de la antigua cultura griega. Subrayémoslo: Ulises, el mayor aventurero de todos los tiempos, es también el mayor nostálgico. Partió (no muy complacido) a la guerra de Troya, en la que estuvo diez años. Después se apresuró a regresar a su Ítaca natal, pero las intrigas de los dioses prolongaron su periplo, primero durante tres años llenos de los más fantásticos acontecimientos, y, después, durante siete años más, que pasó en calidad de rehén y amante junto a la ninfa Calipso, quien estaba tan enamorada de él que no le dejaba abandonar la isla.

En el canto quinto de La Odisea, Ulises dice: "No lo lleves a mal, diosa augusta, que yo bien conozco cuán bajo de ti la discreta Penélope queda a la vista en belleza y en noble estatura (...) Mas con todo yo quiero, y es ansia de todos mis días, el llegar a mi casa y gozar de la luz del regreso". Y sigue Homero: "Así dijo, ya el sol se ponía, vinieron las sombras y, marchando hacia el fondo los dos de la cóncava gruta, en la noche gozaron de amor uno al lado del otro".
(Nada que pueda compararse a la vida de la pobre emigrada que había sido Irena durante mucho tiempo)
Ulises vivió junto a Calipso una auténtica dolce vita, una vida fácil, una vida de alegrías. Sin embargo, entre la dolce vita en el extranjero y el arriesgado regreso al hogar eligió el regreso. A la apasionada exploración de lo desconocido (la aventura) prefirió la apoteosis de lo conocido (el regreso). A lo infinito (ya que la aventura nunca pretende tener un fin) prefirió el fin (ya que el regreso es la reconciliación con lo que la vida tiene de finito)

Homero glorificó la nostalgia con una corona de laurel y estableció así una jerarquía moral de los sentimientos. En ésta, Penélope ocupa un lugar más alto, muy por encima de Calipso.

¡Calipso, ah, Calipso! Pienso muchas veces en ella. Amó a Ulises. Vivieron juntos durante siete años. No sabemos cuánto tiempo compartió su lecho con Penélope, pero seguramente no fue tanto. Aún así, se suele exaltar el dolor de Penélope y menospreciar el llanto de Calipso.

Este párrafo pretende introducir la temática: si hablamos de un nostos, aludimos a una partida, de una ciudad, de un país, de un Pueblo Blanco, a un "dejar de pertenecer".
Es cuidadoso el recorrido que propone el autor. El abordaje de un fenómeno que en nuestros días alcanza aún proporciones desconocidas. Y bajo estas luces: la ausencia, la amistad, la memoria y, por supuesto, el olvido y la ignorancia.
Una virtud: Para los que elegimos la partida, un faro.



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