lunes, septiembre 25, 2006

that is the questions (parte II )

Durante sus veinte años de ausencia, los ítacos conservaron muchos recuerdos de Ulises, pero no lo añoraban, mientras que Ulises sí sentía el dolor de la añoranza, aunque no se acordara de nada.
Puede comprenderse esta curiosa contradicción, si reparamos en que la memoria, para funcionar bien, necesita de un incesante ejercicio: los recuerdos se van si dejan de evocarse una y otra vez en las conversaciones de amigos. Los emigrados agrupados en colonias de compatriotas se cuentan hasta la náusea las mismas historias que, así, pasan a ser inolvidables. Pero aquellos que como Irena o Ulises, no frecuentan compatriotas caen en la amnesia. Cuánto más fuerte es su añoranza, más se vacían de recuerdos. Cuanto más languidecía Ulises, más olvidaba. Porque la añoranza no intensifica la actividad de la memoria, no suscita recuerdos, se basta a sí misma, a su propia emoción, absorbida como está por su propio sufrimiento.
Tras acabar con los temerarios que querían casarse con Penélope y reinar sobre Ítaca, Ulises se vio obligado a convivir con gentes de las que no sabía nada. Éstas, para halagarle, le abrumaban con todo lo que recordaban de él antes de que se fuera a la guerra. Y, convencidas de que nada le interesaba más que su Ítaca (¿cómo no iban a pensarlo cuando él había recorrido la inmensidad de los mares para volver a ella?), iban machacándole con lo que había ocurrido durante la ausencia, ávidas de contestar a todas sus preguntas. Nada le aburría más que eso. Él sólo esperaba una cosa, que le dijeran por fin: "¡Cuenta!". Pero es lo único que nunca le dijeron.
Durante veinte años no había pensado en otra cosa que en regresar. Pero, una vez de vuelta, comprendió sorprendido que su vida, la esencia misma de su vida, su centro, su tesoro, se encontraba fuera de su Ítaca, en sus veinte años de andanzas por el mundo. Había perdido ese tesoro, y sólo contándolo hubiera podido reencontrarlo.
Al abandonar a Calipso, durante su viaje de regreso había naufragado en Feacia, donde el rey le acogió en la corte. Allí había sido un extraño, un misterioso desconocido. A un desconocido se le pregunta: "¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¡Cuenta!". Y él contó. Durante cuatro largos cantos de La Odisea, reconstruyó detalladamente sus aventuras ante los feacios atónitos.
En Ítaca, sin embargo, no era un extraño, era uno de ellos y por eso a nadie se le ocurrió decirle: "¡Cuenta!"

Es complejo comprender este fenómeno, especialmente porque tantas veces podemos ser Ulises, o "uno de Ítaca".
(No olvidemos El Faro...)
Ya viene la parte III...cuánto más avanzamos, más luz.


2 Comments:

Blogger elmismo said...

es toda una cuestión poner que están buenos los relatos y reflexiones implícitas en los ellos....de una manera que sea más original y reflexiva que..."están buenos..."....¿?¿?....seguiré pensando cómo hacerlo, por lo pronto eso....me gsutaron mucho.....
lo que pasa es que es anónimo y no tanto....¿?¿?...porque uno sabe que lo van a leer más de uno....y más de un conocido....entoooonces....todo un compromiso para los inexpresivos.....pero bueno....nada....leído están....leído están tooodos los blogs...anche pensados...

4:16 a. m.  
Blogger madreselva said...

no se trata de calificación:bueno-malo-regular. Sino qué idea provocó su lectura. Y este comments de elmismo, lo está diciendo: leídos están anche pensados, es muchísimo. Aunque es todo un compromiso decirle que lo suyo es muy expresivo.

3:43 p. m.  

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