la buena medida

esta esquina que fue cerrada para consternación de quienes habitualmente acudían en busca de amigos, parroquianos típicos, espacio para la cervecita, el café, el pucho, el familiar de mila, y el té sólo, cartel que pendiente de un hilo, más que una bebida solicitada, una atracción por el estilo publicitario.
La nueva medida, ( fotos del interior) ha reabierto, como tantos otros bares típicos de la ciudad, cara lavada, sus instalaciones con muestras de aseo e higiene, y si bien afirman sus dueños ha mantenido la esencia, es posible comprobar el truco publicitario.
La historia dice:
1898: Abre como "almacén" vendiendo yerba, azúcar, harina, todo suelto. (como el almacén de Cassutti en mi pueblo blanco, envueltos en paquetes como una bolsita de papel estrasa, dos rulitos en los extremos: una empanada)
Además por la cercanía al río, (puerto) y al correo, tendría mesas donde se vendía bebida, anexo Despacho de bebidas, se le llamaba.
1900: Lo compra un español, quién a partir de su progreso económico, trae a toda su familia a trabajar con él. Había juegos de hombres, bochas, sapo, baraja y dominó.
1950: Con la aparición de grandes almacenes, éstos se resienten, vienen tiempos de cambios. Ingresa al lugar la esposa del dueño, con deseos de cambio. Se cierra el sótano. La cercanía de pensiones estudiantiles, hace que se incorpore otra clientela. Y así ingresa la mujer a los bares.
1959: La primera confitería con música de la ciudad.

Hasta principios de año, conservó el aspecto de la bohemia (en franca decadencia) y con una clientela confusa, entre el ayer que ya se fue y el hoy desdibujado.

Hoy un bar-restaurant, a la carta, con pantalla gigante. Sin humo.
Como vemos, escribir la historia de un bar, es escribir la historia misma. Quien ve un bar los ve a todos.