era un tiempo

...en que los ratones eran esos bichos que caían en las tramperas. Celosamente las preparábamos por la noche. Había que cuidar el grano. Mi padre se encargaba del trámite, definía el cuándo y el cuánto, frecuencia: habitual. La mañana siguiente lo esperábamos, a sabiendas de la recorrida, con saltitos y morisquetas de asco. Rostro preocupado no indicaba fracaso, sino que la presa había sido menor y las mayores seguían libres.

Le siguió un tiempo en que los ratones fueron ratoncitos, en libros infantiles. O a la hora de dejar un dinerillo bajo la almohada, llevándose a cambio el diente de leche.
Bobadas diría mi padre, quien no perdía su tiempo en confundir: juego y realidad.

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Hoy no existen tramperas, ni quien caiga en ellas.
Eso sí, tampoco ratoncitos, convengamos.
... que sin necesidad de fingir llevarse un diente, te deje no ya bajo la almohada, sino en el baño una bolsita con dinero, si no poco, de relativa monta.
... y niños que creamos semejante pavada, a la hora de justificandos.

- BOBERÍAS, padre?
- No. Es serio.
- Pero cómo voy a creer semejante estupidez?¿
(ya no responde, cuando calla, no se desentiende, me invita a pensar)